martes, 8 de diciembre de 2015

Noche de velitas

Este artículo suena mejor con lPlaylist A Head Full of Dreams.

Llega un punto en el año donde la necesidad de cerrar ciclos se convierte en una urgencia. Para algunos puede ser el día del cumpleaños, para la mayoría es el 31 de diciembre y para mí el día de las velitas.

En la vida de todo ser humano existe un momento de pausa, la que obliga a recapacitar. Como si estuviéramos en detención por hacer algo errado, en aquel momento sacamos los demonios, las verdades e inconformidades con nosotros mismos.

Personalmente, en el día de las velitas hago un recuento de lo que pasó en el año, de lo que hice, no hice y de lo que aún tengo pendiente. Cuando la calle queda iluminada con más velas que luces, llega el momento, el terrible momento de la foto anual con el alumbrado, marca que me hará recordar en años siguientes quién era yo aquel día. Con una sonrisa verdadera, intento acordarme de los momentos placenteros para que en la fotografía permanezca alguna señal de satisfacción por aquellos 365 días anteriores, pero en cada foto la expresión es diferente, lo que me permite recordar aquellas alegrías y disgustos de un año que está a punto de partir.

Durante las primeras semanas de diciembre, poco a poco se asimila que el fin de otro año está cerca. Cada segundo que marca el reloj silencioso, entra en competencia con nuestro afán de haber cumplido por lo menos la mitad de las metas trazadas el año anterior. Siempre es diferente, las preocupaciones pueden cambiar, variar o permanecer según nuestro éxito y miles de tropiezos.


Después de apagar la vela pidiendo un deseo de cumpleaños, o prender aquellas pensando que la virgen escuchará alguna petición, y luego de comer las doce uvas, lo único que realmente queda es el rastro de un año más y tras él miles de emociones. En palabras encontradas en Otra Canción Larga de Alcolirykoz: "Uno sabe que está envejeciendo cuando la felicidad lo pone nostálgico".


De modo que la constante y tortuosa preocupación de medir logros y marcar nuevos propósitos, se convierte en un ciclo vicioso que indica que la mayoría de deseos no son suerte, son esfuerzos. Por eso hay que tener cuidado con nuestra ambición, qué tan lejos puede llegar o qué tan dormida puede estar. 

A los próximos 365 días decidí ponerles un poco más de sabor y sabrosura, porque si bien el mundo es un lugar imperfecto, el afán y la angustia de cumplir con los propósitos de fin de año son un verdadero obstáculo cuando estamos a la deriva, en manos de algún destino. 

A partir de esta noche mi objetivo será pensar todo dos veces, me cansé de tomar decisiones a la ligera.

The Breakfast Club (1985)




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