No me divertiría tanto si mi vida no se basara en caprichos, el problema es que desconozco mis límites cuando ya los he cruzado.
Mi teoría inconclusa es basar mi vida en la ficción y en lo real al mismo tiempo, situación incómoda en la toma de decisiones. Hasta este punto, puedo jurar que cada que escojo el camino que debo tomar lo hago de forma apasionada, como si estuviese en un filme; pero también lo pienso demasiado, como si mi vida dependiera de eso.
No hace falta más explicaciones para entender el resultado de cualquier decisión que tomo. Aún espero el momento en que realmente suceda aquello de borrón y cuenta nueva, porque ya no me está divirtiendo capricho tras otro, huída tras otra, me estoy cansando y ya estoy cerca a los 27 años.
Los métodos que utilizo para volver a empezar aquel capítulo nuevo y esperado son realmente estúpidos, ineptos e ineficaces. Me rindo ante la idiotez de creer que cualquier cosa me puede ayudar y que en cualquier parte puedo encontrar una respuesta. La única solución hasta hoy, han sido las palabras en el tecleo desesperado por encontrar una redacción perfecta para un público invisible o inexistente (me incluyo).
Necesito unos días dedicados a MÍ, unas cuantas noches de jazz, un baño en la tina y sueños profundos (que lleguen al límite de la muerte). Nadie cumple mejor mis caprichos que este pechito, soy de indecisiones y eso es lo que me encanta (no hay nada mejor que enloquecer llevándome la contraria).
Por el momento no quiero nada, que no me hablen, ni me miren, ni me toquen, estoy en mi etapa de existencialismo por culpa de los malos pensamientos que van a hacer estallar a mi cabeza. Necesito más comas y pausas para no cansarme, es inevitable serle indiferente al tiempo.