miércoles, 4 de julio de 2018

Un mar de sinceridad

Estoy a punto de clavarme en un mar de sinceridad. ¿Que si lo evité? Toda la vida. ¿Que si ya lo había intentado antes? Claro, cuando se me ocurrió la "maravillosa" idea de empezar a escribir en un blog, mi blog.




Hace 3 años exactamente que no escribo nada acerca de mí, ¿para qué? Si afuera hay infinidad de historias que merecen más atención y reconocimiento que la mía. No vale la pena quedarse mirando el reflejo en un espejo, cuando el paisaje es tan bello.


Hace 3 años me enamoré sin darme cuenta de un espacio, una idea, un lugar, una comunidad, un colectivo que me hizo sentir en casa. Escribí, escalé, me caí, me sostuve, me levanté y ahora vuelo en el más maravilloso sueño que cada día se materializa más. 

Hace 3 años mi vida cambió por completo, renuncié a lo que todos pensaban era mejor para mí. Enfoqué mi vida a lo que hacía despertar mi pasión, y descubrí un mundo completamente fascinante, con personas asombrosas que me han enseñado a levantar la mirada cuando se camina por el sendero de la vida.


Ahora vuelvo al Blog En Blanco y Negro, lo hago cuando entro en depresión, eso lo sé. ¿Por qué? Simple, pues es el lugar donde no hay color, donde todo parece ser tan simple y en realidad es muy complejo. Vuelvo en busca de un equilibro, en busca de respuestas que tal vez, estén al reverso de la hoja.

Vuelvo a escribir, luego de que había olvidado la sensación de tapear o dibujar letras que al tiempo forman frases que mi cabeza me dicta. Me sumergí en la monotonía y zona de comfort a la que tanto temía, aquella que me hizo olvidar aquello importante y bello para mí.

¿Cuántas veces debo repetir el ciclo de estar completamente feliz para luego hundirme en una profunda tristeza? 

Durante más de un año mi rutina ha sido en enfocarme en resolver problemas de "adultos". Que conseguir trabajo, que llevar las cuentas, que pagar impuestos, entender el sistema organizacional del Estado y Gobierno, quejarme de aquel sistema desequilibrado y continuar, como si nada hubiera pasado. 

Me convertí en una periodista incapaz de luchar contra la pereza para volver a escribir, olvidé que quería cambiar el mundo y apunté a distintos objetivo que hicieron extraviar mi rumbo. 

Me habitué a querer a alguien, a ser adulta, a comportarme de la misma forma, a pensar que ese era el espacio perfecto para encontrar la felicidad, pues nunca sentí lo contrario mientras acomodaba mi trasero para sentarme y entrar en una zona donde prefería no desacomodarme. 



Tristemente y vergonzosamente mi forma de ser ha sido muy egoísta. Sin darme cuenta, constantemente quiero ser el centro, tanto en mí vida como en la de otros. Con seguridad, ello se deba a mi falta de hermanos, al haber crecido tan sola y a veces mal criada. 

Lo reconozco, soy descuidada, no llamo, no pregunto y a veces no me importa; y lo peor es que cuando comienzo a prestar atención a una persona en especial, me molesta cuando paso desapercibida por su vida.

Atrapada en lo que creía era perfecto, se desvanece en el tiempo.



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